Tras la muerte de su marido Zheng Yi, la señora Zheng se convirtió en la única comandante de la flota y continuó con sus exitosos asaltos a barcos mercantes frente a las costas de China. Sus osadas acciones enfurecieron tanto a los funcionarios locales que la obligaron a disolver su tripulación en 1810.
Tras finalizar su carrera como pirata, la señora Zheng se dedicó al juego en Guangzhou y regentó un burdel hasta su muerte. Era respetada y temida por las claras normas y la estricta disciplina que inculcaba a su tripulación.
Así, la señora Zheng se convirtió no sólo en una leyenda del mundo pirata, sino también en un ejemplo de mujer fuerte y decidida capaz de plantar cara al masculino mundo de la piratería y ganarse el respeto de sus compañeros.